martes, 18 de diciembre de 2007

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: LOS CARANCHOS












LA PERVERSIÓN DE LOS CARANCHOS,
DEL DIABLO

Jouve, María Margarita, Los caranchos, Rosario, Serapis, 2007.




Cuando se abre un libro y se oyen los craqueos en vuelo sobre la vista, destilados en parches, en fugas, que parecen intermitencias de letras, se descubre que allí, en los intersticios, están los caranchos. Esa es apenas una de las impresiones que ofrece el libro de María Margarita Jouvé, un libro hecho de voces craqueadas que van hilvanando una historia en sordinas, hasta lograr la intensidad de un estruendo que lo dice todo; pero a través de una exégesis parcial, emparchada, estallada; una exégesis de algo que sucedió y de lo cual sólo quedan palabras, craqueos ciegos y mudos que nos obligan a hacer una lectura:

“Cada recuerdo, cada marca, cada bache se me ofrece para construir mi versión de la historia. Mi versión ( 115 ).”

A tono con una tradición latinoamericana que puede remontarse a Las Crónicas de Indias, Los caranchos se ofrece como Historia; pero pervertida por la marca de la versión. Ocurre que Los caranchos es un texto pervertido, tal y como el Facundo de Sarmiento; es decir, uno que busca escapar de los encasillamientos genéricos y de su propia historia. Del género, porque es una novela; por lo tanto, una ficción; pero histórica, y también una de amor, una social, una policial y, al mismo tiempo, un documento, un ensayo histórico y literario. De su propia historia, porque centrado en la Historia con mayúsculas de 1893 signada por los linchamientos de los hermanos Eracilio e Hilario Monsalvo en Carcarañá, se desgarra en los relatos recortados de la vida de cada uno de los involucrados en el hecho y de otros carcarañenses del pasado lejano y cercano y del presente, hasta volverse una excusa, apenas eso, una simple excusa para poder trazar un mundo y una zona de ese mundo cuyos orígenes y cuyo devenir están signados por una genealogía de poder, de violencia y de unos personajes que traspasan los límites de lo permitido. De este modo, lo que quedan son sólo murmullos, en el sentido rulfiano del término, que se entretejen a la garra rapaz de una escritura fragmentada en tiempos, espacios, situaciones y narradores diferentes.

El vómito de lo perverso

“Por eso las páginas de Abelardo me
reencuentran con el deseo adolescente que
sólo se describe por una sensación
conmovedora del cuerpo, que impulsa
nuevamente a mis dedos a trazar mis propias
marcas en comunitario papel. Y con ellas
aparecen sus palabras, las que yo escuchaba
absorta por el reconocimiento que le otorgaba
el saber. Le debo, lo sé, a pesar de él, a pesar
de mí, de mi padre y del nombre de mi padre
(116).”

María Margarita me mira y me dice que fue un vómito; así, salió en tres meses apenas y, en ese camino, tres días antes de la muerte de mi padre, lo terminé. Los caranchos, se llama ahora. María Margarita sabe, como yo, que el vómito es la perversión del proceso de digerir, lo que expulsa del cuerpo aquello que por vía natural debería ser asimilado. Conoce que las historias secretas se urden ahí, en medio de la letra, a pesar nuestro, y que el juego de poderes entre los caranchos malditos que gritan, aunque los callen, es también su propio juego y el mío. Se la reconoce en la letra, escondida, tras lo proferido por la letra. Pervirtiendo las frases, la historia y la literatura. Por eso, también, me invita a presentarla. Y me vuelve a ojear, con sus anteojos, con su cara de buena mina que vomita lo que no tolera, lo que no puede asimilarse, en una hoja en blanco, para exponerlo y exponerse, para que la despedacen los otros caranchos, los de siempre, los que, quitándose el mote de lo perverso, se escudan tras sus relaciones de poder para sostener su nada, su vacío, su silencio. Que lo sigan haciendo; para eso estamos los caranchos, malditos, para croquearles las jugadas y evidenciar que ellos también poseen su oculta, o disfrazada, perversión.

EL ENSAYO COMPLETO EN EL LINK: Investigaciones del cecrel





Centro de Estudios Culturales de leones, Pcia de Córdoba.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Gustavo Trigo, el gran dibujante de Carcarañá






* El presente trabajo pertenece a Gerardo Álvarez y está publicado en http://www.caracara.com.ar/escritos/gustavotrigo1.htm

Cuando en el último tercio del s. XIX arribaron a Carcarañá hombres de muchas patrias lejanas venidos del otro lado del mar y también de la América del Norte, los que se aposentaron en los terrenos más céntricos, en las quintas cercanas al Río, en el llamado “terreno del Molino” y además en chacras y estancias de la Colonia, se dio la curiosa circunstancia de que los viejos pobladores del lugar deviniesen en virtuales extranjeros en su propia tierra, lo que explica que el barrio en el que éstos se avecindaban fuese denominado “Argentino”. El mismo, que estaba situado al norte de las vías, cobró notoriedad cuando Hilario y Eracilio Monsalvo, dos “hijos del país” que habían tomado por el mal camino, fueron ejecutados en aquellas célebres jornadas de agosto de 1893, luego de una pueblada que lideraron los residentes suizos nucleados tras el imperativo de hacer justicia por mano propia, quienes aplicaron la impiadosa ley de Lynch junto a la tapia del Cementerio Viejo.
Por ese tiempo, entre los vecinos del barrio ya estaban los Verón y también los Trigo, que descendían de algunos de los más antiguos residentes de la comarca. Fue bastante después, a fines de la década de 1930, cuando el matrimonio que unió a Gustavo Trigo con Olga Verón afianzó los vínculos y las relaciones ya existentes entre esas respectivas parentelas y aunque el único hijo del matrimonio, Gustavo Ramón, nació en Rosario el 17 de septiembre de 1940, la familia siempre vivió en el mismo barrio “Argentino” en el que habían morado sus antepasados.
En la cómoda casa familiar, poblada de ausencias queridas, donde Olga Verón de Trigo custodia ahora su memoria, sus trabajos, sus libros y muchas cosas que fueron suyas, se crió Gustavo, quien cursó sus estudios elementales en el cálido ámbito de la tradicional Escuela “Sarmiento”. Y así, en el Carcarañá que tanto amaba, transcurrieron su alegre niñez y sus primeros tiempos de juventud, en los que se apasionó por la guitarra, el baile y las canciones nativas. Alberto Benedetto recuerda emocionado con cuanto entusiasmo ese amigo de adolescencia cantaba a dúo con él la “Zamba de los Mineros” de Gustavo Leguizamón y Jaime Dávalos, en la que Gustavo disfrutaba particularmente al entonar aquella estrofa que dice “Pasaré por Hualfin ¡Me voy a Corral Quemao ¡alo de Marcelino Ríos ¡para corpacharme con vino morao.,.” Pero más allá de ese apego por las cosas nuestras, de su gusto por las picardías y las travesuras, las fiestas, las escapadas al río y también por algunos vicios” cultivados por sus mayores, como los buenos caballos o los gallos de riña bien peleadores, prevaleció en él su innata afición por el dibujo y la pintura que, a pesar de su condición de autodidacta, cultivó desde temprana edad con mucha destreza y sorprendente maestría.
Tal como ocurrió con la mayor parte de los jóvenes de su generación con inquietudes, el arte cinematográfico dejó su indudable impronta, especialmente a través de su lenguaje, sus encuadres, sus ambientaciones o sus géneros, en la formación artística de Trigo. Y así como en las funciones del “familiar” del cine “Español” de General Villegas eran infaltables Manuel Puig, el talentoso autor de “Boquitas Píntadas” y su madre, así también fue habitual la presencia de Olga Verón con su hijo en aquellas inolvidables proyecciones del viejo Cine “Belgrano”, que constituyen un punto de referencia insoslayable cuando se trata de memorar la vida social y las costumbres carcarañenses de ese tiempo...
Durante la década del cincuenta Gustavo estudió en el Nacional de Cañada de Gómez, donde por entonces cursaban el bachillerato o el comercial la mayor parte de los no muchos jóvenes carcarañenses que podían acceder al secundario. Hacia 1955 publicó su primera historieta y algo después, cuando aún no había terminado la escuela media, comenzó a trabajar en una sastrería rosarina, de modo tal que muy temprano se trasladaba a Cañada de Gómez desde allí se iba a Rosario en horas del mediodía y recién descendía en “La Parada” por la noche, trasladándose a su casa situada sobre la avenida San Martín, cerca de ese apeadero, donde su madre lo aguardaba con la cena lista. Un par de años más tarde se radicó en Rosario donde vivía en la casa de sus tíos, en la avenida Corrientes, cerca de la estación Rosario Central y, por ese tiempo, según evoca Benedetto, frecuentaba la vinería “La Tasca” con un par de amigos inseparables, cuyos apellidos eran Ponce de León y Ramunsen.
En esos años juveniles dibujó y pintó mucho, desde 1959 presento trabajos en exposiciones individuales y colectivas en Rosario y más tarde en Buenos Aires y otras ciudades por los que obtuvo varios premios, entre ellos el segundo de la sección dibujo, que fue asignado a su tinta “Las Lloronas” por unanimidad del jurado, en el prestigioso Salón de Pintura y Dibujo de Artistas Rosarinos de 1962 del Museo “Castagnino”. Tras adherir al pop art, cuando promediaban los años Sesenta se radicó en Buenos Aires, concurrió a varios salones en los que sus trabajos merecieron distinciones, y entre ellas se destacó el primer premio en el Anual de Arte Moderno de Rosario de 1964. Por ese entonces adquirieron obras suyas instituciones oficiales y privadas de ésa ciudad y Santa Fe, y fue también al promediar los Sesenta cuando se casó con la psicóloga rosarina Anabel Salafía, madre de su primer hijo, Julián, Radicado luego en Buenos Aires, dibujé para conocidas editoriales, entre las cuales estuvieron Columba, Records, Abril o Atlántida. En ellas ilustré textos de prestigiosos guionistas, contándose entre sus trabajos más recordados “Marc!”, historieta dada a conocer hacia 1970 que narra la historia de un personaje creado por Osvaldo Lamborghini y mereció elogiosos comentarios periodísticos. Su prestigio se afianzó al publicar en “Noticias” sus admirables dibujos para “La Guerra de lo Antartes”, con guiones de Héctor Germán Oesterheld, quedando inconclusa su publicación cuando en 1973 se clausuré dicho diario. Y también ilustro una segunda versión de “Sargento Kirk”, aparecida inicialmente en la década de 1950, con dibujos del recordado Hugo Pratt, y las series “La Maga”, con textos de Eugenio Mandrini y “Serie Negra”, thriller de Guillermo Saccomano, además de otros trabajos de valía, entre ellos “Sherlock Holmes” y “María Vuela”.
En 1998 el mismo Trigo evocó, en un prólogo escrito para la reedición de “La guerra de los Antartes’ que fuera luego publicado el 10 de agosto de 1999 por “La Capital” bajo el título “Recuerdos de un tiempo impuro”, su relación con los admirables autores de esa recordada historieta y de “Marc!”, en un testimonio que sirve para apreciar su buena prosa, su carácter zumbón y divertido y su afición a las carreras de caballos: “Tuve en mi vida la suerte de ilustrar historias de dos grandes escritores: Osvaldo Lamborghini y Héctor Germán Oesterheld. Fui amigo de los dos, pero nunca nos juntamos los tres, ellos no se conocieron. Sin embargo, nos sentábamos en los mismos bares nos preocupaban sucesos parecidos y algunas ilusiones nos eran comunes. Con Osvaldo hicimos “Marc!” allá por el 70. Con Germán una punta de adaptaciones de grandes films para Canal TV, episodios de “Sargento Kirk” e historias de “Sherlock Holmes” para Billiken. Fue en un restaurante de Callao y Corrientes donde Oesterheld me propuso “La guerra de los Antartes”. Me entusiasmó la historia; además por primera vez conservaría originales y derechos, condiciones nada habituales en esos años. Nos conocíamos por las colaboraciones para Editorial Atlántida, pero la tira nos concedió otra intimidad entre los mates y el fragor de la producción; Germán dividía su tiempo: trabajaba en Columba y construía los Antartes de a pedacitos, mientras arrancaba trozos de un pan felipe que le deformaba el bolsillo. Yo dibujaba empeñosamente, sin lograr adelantar demasiado material pues, eran tiras dobles de gran tamaño (confiaba, a la Pratt, en la reducción). Era mi oportunidad, y quería meter todo en ese espacio hasta el punto de cambiar de técnica a la mitad de la historia incorporando una media tinta para indicar el deterioro de la zona en conflicto. Una tarde, mientras trabajábamos en el pequeño estudio de la calle Honduras, Germán me dijo ‘Cuando ganemos seremos al fin más respetados’, Entonces, por hacerle una broma, lo arrastré hasta el hipódromo de Palermo donde, desde la tribuna de paddock, vimos a Eduardo Jara ganar una carrera imposible.”
Pero ese breve relato devela además, en el párrafo siguiente, los peligros que él y sus amigos artistas o intelectuales, como Héctor Oesterheld, quien también compartía con Trigo la militancia peronista, corrían a diario en la intolerante y represiva Argentina de entonces: “Eran tiempos difíciles, durísimos, impuros, y todos caminábamos con una culpa intangible por aquella Buenos Aires. Después todo se aceleró y clausuraron el diario, me tomé un tren a Rosario creyendo que era un confin... A Oesterheld lo perdí de vista hasta que me llamó y no citamos. No lo reconocí: se había dejado crecer un bigote que no le cuadraba... Convinimos en que yo me haría pagar las colaboraciones que hacía para una editorial y le entregaría el dinero en algún bar. Así nos citábamos en bares de Almagro, Palermo o Belgrano: sus razones y sus desvelos y tal vez su miedo sobre la fórmica.”
A fines de la década de 1970 Trigo se estableció en Italia, y con su segunda mujer, la uruguaya Miriam Carrasco, tuvo otra hija, Nicoletta, trabajó para la importante editorial “Lancio Stories” y allí dio a conocer ‘Citta di Notte 1983, con relato de Alberto Ongaro; “Dylan Dorg”, 1986, de Tiziano Sclavi; “Mack”, 1987, de Carlos Trillo y en 1989, sobre textos propios, “Milton Krapp”. Mientras tanto su propio hijo, Julián, ahora residente en Nueva York, al promediar los Noventa comenzó a abrirse camino también como artista, ya que presentó elogiadas muestras en grandes ciudades de América, como San Pablo, Virginia, Washington, Nueva York, México y Buenos Aires, y además en varias del Viejo Mundo, entre ellas, París, Oslo, Estocolmo, Amsterdan y Londres, todas las cuales se realizaron en afamados museos, galerías y centros de arte de esas importantes capitales.
Trigo regresó varias veces al país para visitar a su madre y falleció en Roma el 28 de julio de 1999. En ese triste momento “La Capital” de Rosario le dedicó una bien documentada nota en la que su cronista decía que “entre la pintura y la historieta, Gustavo Trigo construyó una obra poco conocida, que recorre algunos de los grandes momentos de la historieta nacional.” Su tan temprana y dolorosa desaparición no pasó inadvertida en Carcarañá gracias a esa nota de “La Capital”, a otras más breves de medios porteños y a un sentido adiós titulado “Una deuda con Gustavo Trigo”, que el plástico local Juárez Conde le dio desde el periódico “El Planeta del 2000”. Este dibujante carcarañense, que se había sorprendido en su infancia al saber que uno de los historietistas de la revista Tít-Bits” era de su pueblo, entre otras atinadas reflexiones señaló que “Gustavo Trigo está vivo en sus obras, en la memoria de los que disfrutamos de su estilo realista, de temática policial, suspenso o western” y que los carcarañenses debían saldar la deuda que tenían con él, porque se había hecho acreedor a “un respetuoso y merecido homenaje, ya que muy pocos en la ciudad conocen su trayectoria y reconocimiento a nivel mundial como un grande del “comic”...
Ahora, cuando han transcurrido ya más de dos años desde ese adiós sin retorno, gracias a que Olga Verón de Trigo facilitó generosamente los valiosos dibujos y pinturas de su hijo que conserva con tanto cariño para que pudiesen ser apreciados por sus convecinos, la retrospectiva de Gustavo Trigo que presentan Centro 3-Biblioteca “Pizzurno” y la Fundación Independencia, además de tener el carácter del respetuoso y merecido homenaje requerido por ese grande del “comic”, contribuirá a que comience a saldarse esa deuda y permitirá también a la gente de la ciudad, en la que él tanto disfrutó de sus frescos y dorados años de infancia y adolescencia, redescubrir y valorar la obra de un artista singular, seguramente el más destacado y trascendente que pueda rescatar la memoria colectiva de los carcarañenses.






Centro de Estudios Culturales de leones, Pcia de Córdoba.

martes, 20 de noviembre de 2007

DOS POEMAS INÉDITOS DE P. CAMINOTTI


Cuando todo es mentira… cuando la risa es llanto y sólo encuentro entre los recuerdos un par de dedos apretados... cuando no entiendo por qué el tiempo nunca vuelve hacia atrás... cuando la muerte colma mi paciencia y mi lenta mente recuerda lo peor.... la agonía en esa silla esperando un diagnóstico de mi vida, una respuesta a mis tantas preguntas... mi lenta mente recuerda ... que alguien una vez le prometió la pastilla que calmaría tanto dolor...mi lenta mente recuerda las promesas en pausa ..mi lenta mente recuerda, recuerda, recuerda y ya no, ya no...


El límite entre mis dedos y el teléfono, un recuerdo inesperado de lo ansiado, un ruego continuo de lo que consume mis plataformas... me derriba desde lo alto… baja desaforadamente entre mis pechos una arena fina que repite la escena anterior...tus dedos entre mis noches... me confundo de año, veo espejos en mi cama desnuda… mi locura me recuerda a la otra vida ...en la que también te conocí, en la que también te amé, te presentí... te necesité y tampoco te olvidé ... El límite de mis dedos y el beso apretado…


Los cuadros pertenecen a la colección permanente del Museo de Bellas Artes de la ciudad de Tucumán.


Centro de Estudios Culturales de leones, Pcia de Córdoba.

martes, 13 de noviembre de 2007

LA POLÉMICA SOBRE LOS CAMINOS




Existe una leyenda sobre los orígenes de Leones que no es exclusiva de la ciudad. La misma posee las claves para descifrar cómo la zona comienza a comunicarse a través de una red de caminos. El relato oral, recogido por Marta Núñez en su libro Leones, en el pasado y presente, publicado en la década de los ’80 también por el periódico Nuevo Día, narra que alrededor de 1835, “una tropa de carretas, que iba a Rosario, proveniente de Tucumán, fue advertida antes de llegar a Saladillo de un inminente ataque de los salvajes, ocultos en las proximidades de Fraile Muerto. Desvió su recorrido alejándose del Camino Real, y se internó en el llano, al sud, donde descubrió una tapera habitada por un viejo criollo” que los protegió contra el malón. De acuerdo al texto, ese rancho estaba habitado por Don León con su familia y localizado en el espacio que hoy conforma Leones. El relato es, sin embargo, impreciso y erróneo. Porque la zona comienza a comunicarse desde el siglo XVII a través del Camino Real con un recorrido que vinculaba Buenos Aires, Pergamino, Cruz alta, Saladillo, Fraile Muerto (hoy Bell Ville) y Córdoba (véase mapa), al sudeste de la provincia de Córdoba, sin una conexión directa con el actual Rosario hasta el S XIX, puesto que la ciudad aún no existía. Si el desvío de las carretas es el que menciona el relato, desde el Camino Real, antes de llegar a saladillo en dirección a Rosario, esa curva queda fuera del alcance de la actual Leones, ubicada al norte y no al sur del Camino real. Un trabajo reciente, Nuestra Parroquia de Margarita Mollar, Marta Ghione de Fauro y Norma Moroni de Bastino, incopora mapas del curato de Río IV en 1810 y de la Provincia de Córdoba en el año 1871. El relato oral recogido por Núñez da cuenta del viaje asediado por el malón en la década de 1830, en la fecha media de estos dos mapas. Por entonces, Rosario comienza a constituirse en un importante centro comercial. Ciudad de fundaciones inventadas, a la vera del Paraná, comenzó a pujar en la economía nacional, según La historia de rosario de Falcón-Stanley. Desde ese momento, y sobre todo por la salida por el Paraná hacia Buenos Aires, lo cual implicaba una gran disponibilidad de mercaderías importadas que a las elites cordobesas atraían sobremanera y la posibilidad de traslado de la producción exportable, se hizo imperiosa la comunicación entre Córdoba y Rosario. El mapa de 1871 recogido en Nuestra Parroquia demuestra la existencia de un Camino del Rosario, que corría en paralelo a la hoy ruta Nac. Nº 9; la cual guardaría, según interpretaciones históricas recientes alguna similitud en su trazado al camino de Timoteo Gordillo abierto desde 1854, con un sistema de 26 postas. Sin embargo, de lo que no podemos dar cuenta hasta el momento es si El camino del Rosario es el abierto por Timoteo Gordillo a partir de 1854 o si, por el contrario, se trata sólo de uno paralelo al mismo. De la resolución de esta incógnita pende la historia de la zona y la de Leones. Porque si la primera alternativa es la válida, el relato oral recogido por Núñez demuestra que el Camino que se recorría no era el Real, sino El camino del rosario y que, cuando la diligencia cambia su recorrido al sud, entonces, puede resultar verosímil la presencia de un rancho en la llanura, más o menos en el sitio donde hoy se ubica Leones; lo cual, por otro lado, reforzaría la teoría sobre la nomenclatura de la ciudad, derivada de la presencia de Don León con su familia en el rancho. Pero si, por el contrario, ese camino era uno paralelo y diferente al de Gordillo, no se explica la necesidad de abrir otro que es resaltada por todos los historiadores zonales. Para Leones las consecuencias de develar o no este interrogante son cruciales, si el Camino de Gordillo es el del Rosario (lo cual es poco probable), se desbaratarían las hipótesis de su origen asociado a La posta Los leones y estaría mucho más vinculado al trazado de las vías férreas que a la misma. La posta no habría existido jamás y la ciudad sería sólo el producto del ferrocarril. De lo que no cabe duda es que el camino del cual da cuenta el relato oral es El camino del Rosario, que sólo así la diligencia puede haber desviado su recorrido y haberse topado más o menos con el espacio de Leones en la actualidad. Esto se comprueba en el hecho de que en el mapa de 1871, existe un camino que describiría el desvío desde El camino del Rosario hasta Leones. Las consecuencias de la revelación de este misterio son enormes: para la zona, porque no sabremos si fueron el sistema de postas de Gordillo o no, quienes le dieron origen o, por el contrario, sólo el ferrocarril.

Los colores de caminos y desvíos del texto señalan las referencias del mapa.


Centro de Estudios Culturales de leones, Pcia de Córdoba.

jueves, 1 de noviembre de 2007


Muchos nos han preguntado por qué Juan L. está con los escritores de la zona, puesto que es entrerriano. La respuesta es doble: porque Juan está con todos los escritores de cualquier zona, porque él, junto con Saer, Di Benedetto y Tizón, han permitido que, otra vez en el sistema literario argentino, emergieran las percepciones de una zona no porteña. Y, por otro lado, porque el río que se metió en su poesía y que él metió en ella, es la vértebra a la cual afluye o se funde también la zona de la ruta 9. Otros lo han dicho: una zona es imprecisa y no se puede saber nunca cuáles son sus límites, porque a ellos, los ponemos nosotros.



Centro de Estudios Culturales de leones, Pcia de Córdoba.

viernes, 26 de octubre de 2007

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA ZONA

Juan José Saer ha sostenido que “estamos constituidos en gran parte por el lugar donde nacemos. […]La lengua materna le ayuda [al animalito humano] a constituir su realidad. Lengua y realidad son a partir de ese momento inseparables.[1]" Pero, paradojalmente, observa que “del lugar en que nacemos no brota ningún efluvio telúrico que nos transforme matemáticamente en deudores[2]”. Así, incluso a la nacionalidad “nos la presentan como absoluto, pero es por excelencia contingente3”. En estos términos se cifran los conceptos claves que otorgan a su literatura y al impulso del C.E.C.RE.L. la necesidad de interrumpir los espacios monolíticos de mármol y de recomponer una verdadera reflexión sobre los procesos que nos constituyen y / o nos constituyeron a aquellos que vivimos en una zona que no se corresponde con la bonaerense. En efecto, si el lugar nos forma; pero no por un proceso mágico-telúrico, sino por la lengua; es decir, por el plano simbólico que configura el hombre de la realidad en la que vive (por la cultura en el sentido más amplio de la palabra) nos damos cuenta de que algo de ese capital simbólico que nos ha constituido se sigue formando; de ahí su contingencia. La cultura, la nacionalidad y las zonas son constructos que nos construyen y que se construyen; por lo tanto, que podemos seguir haciendo y modificando, interviniendo a partir de la producción simbólica. La zona no es simplemente una parte del todo, una conexión de la ruta Nac. Nº 9 entre diferentes localidades: la zona está en proceso de construcción a partir de este momento en que comenzamos a vincularnos y a poner en funcionamiento otra vez, a sacudir, quizá, nuestra cultura. Esperamos que, a partir de ahora todas las localidades de la ruta Nac. Nº 9 y también de todas las zonas del país (inclusive la hegemónica bonaerense) y por qué no las del mundo entero, comencemos el intercambio necesario para conocernos y, de ese modo, formemos el capital simbólico suficiente para enriquecer la Humanidad y sacarla de la inmovilidad del prejuicioso y homogenizador mármol.




Centro de Estudios Culturales y Regionales de Leones, Pcia de Córdoba.



1Saer, Juan José, “Razones” en “Juan José Saer: La ocasión” en Revista Babel, Nº 4, diciembre de 1988, pág. 4.



2OP. CIT.



3Ib-idem.