martes, 18 de diciembre de 2007

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: LOS CARANCHOS












LA PERVERSIÓN DE LOS CARANCHOS,
DEL DIABLO

Jouve, María Margarita, Los caranchos, Rosario, Serapis, 2007.




Cuando se abre un libro y se oyen los craqueos en vuelo sobre la vista, destilados en parches, en fugas, que parecen intermitencias de letras, se descubre que allí, en los intersticios, están los caranchos. Esa es apenas una de las impresiones que ofrece el libro de María Margarita Jouvé, un libro hecho de voces craqueadas que van hilvanando una historia en sordinas, hasta lograr la intensidad de un estruendo que lo dice todo; pero a través de una exégesis parcial, emparchada, estallada; una exégesis de algo que sucedió y de lo cual sólo quedan palabras, craqueos ciegos y mudos que nos obligan a hacer una lectura:

“Cada recuerdo, cada marca, cada bache se me ofrece para construir mi versión de la historia. Mi versión ( 115 ).”

A tono con una tradición latinoamericana que puede remontarse a Las Crónicas de Indias, Los caranchos se ofrece como Historia; pero pervertida por la marca de la versión. Ocurre que Los caranchos es un texto pervertido, tal y como el Facundo de Sarmiento; es decir, uno que busca escapar de los encasillamientos genéricos y de su propia historia. Del género, porque es una novela; por lo tanto, una ficción; pero histórica, y también una de amor, una social, una policial y, al mismo tiempo, un documento, un ensayo histórico y literario. De su propia historia, porque centrado en la Historia con mayúsculas de 1893 signada por los linchamientos de los hermanos Eracilio e Hilario Monsalvo en Carcarañá, se desgarra en los relatos recortados de la vida de cada uno de los involucrados en el hecho y de otros carcarañenses del pasado lejano y cercano y del presente, hasta volverse una excusa, apenas eso, una simple excusa para poder trazar un mundo y una zona de ese mundo cuyos orígenes y cuyo devenir están signados por una genealogía de poder, de violencia y de unos personajes que traspasan los límites de lo permitido. De este modo, lo que quedan son sólo murmullos, en el sentido rulfiano del término, que se entretejen a la garra rapaz de una escritura fragmentada en tiempos, espacios, situaciones y narradores diferentes.

El vómito de lo perverso

“Por eso las páginas de Abelardo me
reencuentran con el deseo adolescente que
sólo se describe por una sensación
conmovedora del cuerpo, que impulsa
nuevamente a mis dedos a trazar mis propias
marcas en comunitario papel. Y con ellas
aparecen sus palabras, las que yo escuchaba
absorta por el reconocimiento que le otorgaba
el saber. Le debo, lo sé, a pesar de él, a pesar
de mí, de mi padre y del nombre de mi padre
(116).”

María Margarita me mira y me dice que fue un vómito; así, salió en tres meses apenas y, en ese camino, tres días antes de la muerte de mi padre, lo terminé. Los caranchos, se llama ahora. María Margarita sabe, como yo, que el vómito es la perversión del proceso de digerir, lo que expulsa del cuerpo aquello que por vía natural debería ser asimilado. Conoce que las historias secretas se urden ahí, en medio de la letra, a pesar nuestro, y que el juego de poderes entre los caranchos malditos que gritan, aunque los callen, es también su propio juego y el mío. Se la reconoce en la letra, escondida, tras lo proferido por la letra. Pervirtiendo las frases, la historia y la literatura. Por eso, también, me invita a presentarla. Y me vuelve a ojear, con sus anteojos, con su cara de buena mina que vomita lo que no tolera, lo que no puede asimilarse, en una hoja en blanco, para exponerlo y exponerse, para que la despedacen los otros caranchos, los de siempre, los que, quitándose el mote de lo perverso, se escudan tras sus relaciones de poder para sostener su nada, su vacío, su silencio. Que lo sigan haciendo; para eso estamos los caranchos, malditos, para croquearles las jugadas y evidenciar que ellos también poseen su oculta, o disfrazada, perversión.

EL ENSAYO COMPLETO EN EL LINK: Investigaciones del cecrel





Centro de Estudios Culturales de leones, Pcia de Córdoba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Abdelmoula Elmassoudi